jueves, 28 de junio de 2012

Las patéticas aventuras del patético Pelu, Parte 4



     Son las 3 de la mañana y acabo de ver a Pelu deambular en calzoncillos por el pasillo. Traía un mate en la mano izquierda y, a modo de bombilla, un cepillo de dientes. Sus desconexiones han sido más frecuentes últimamente. Volví a meterme al cuarto, cerré la puerta e intenté dormir como la gente normal: soñar que estoy en la selección, que meto el gol del siglo en la última de las finales del mundo, soñar con la chica de la panadería, soñar con libros que leo y que escribiré y que la chica de la panadería (¿cómo se llamará?) leerá, soñar que ella llorará al leer lo que escribo… soñar. Pero no hay caso: no me puedo sacar de encima la imagen de Pelu en paños menores arrastrando su sombra entre las sombras de la casa. Todavía escucho el tintineo del cepillo de dientes contra el borde del mate. Se acerca por el pasillo. ¡Qué ganas de romper a estas horas el Pelu este, viejo! Ahora no escucho nada. Seguro que está parado, ahí afuera, pensando quién sabe qué, viendo quién sabe qué. Me parece que el picaporte de la puerta se está moviendo. Sí, el infeliz quiere entrar. Tengo que cortar. 
 

lunes, 11 de junio de 2012

Magia y veneno


Venía como suspendido en el aire, deslizándose como un espectro febril y silencioso. Lo vi girar, correr, acercarse con ella, acercarse más y más, surcando el terreno con ella, siempre con ella. Deseé verlo caer, deseé no estar solo, deseé ser un felino. Después fue solo ella. Venía en alto, furiosa, precisa, envuelta en magia y veneno. Creí que llegaría a tocarla, a torcer el destino de esa esfera gloriosa y maldita. Me di cuenta de que ella le pertenece a él, de que ni yo, ni un felino, ni cien fantasmas podríamos alcanzarla. Después fue el rugido del estadio, yo de rodillas en el suelo, ella girando enloquecida a mis espaldas… él con los brazos abiertos... él señalando al cielo. 



miércoles, 6 de junio de 2012

Caparazón



Cualquier similitud con la realidad es total y absolutamente intencional.

     Dentro del caparazón estoy muy, muy cómoda. No sé, mi imagen se multiplica hasta el infinito en los espejos que cubren las paredes del cascarón. Eso me gusta. Me gusta mucho. Todo lleno de espejos. No sé, me siento como eternizada (esa palabra la aprendí hace poco y me encanta... tiene la re onda), eternizada acá en mi caparazón.
     Tengo mi laptop, mi iPad, mi celu y mi TV; no necesito más. Bueno, también necesito, obvio, otras cosas básicas: algo de comida diet, Coca-Cola diet y conexión a internet. Ahora mismo en la compu suena Lady Gaga (es re loca… ¡es una genia!). Ah, también tengo toda la serie de películas de Twilight (los libros no los leí. No leo libros… no sé, los libros son para gente grande… para gente aburrida, ¿no?). Lo que sí me encanta leer son revistas. Tengo pilas y pilas. Ahí aprendo todos los tips para luquearme con onda. Además, tengo que saber qué va a pasar con Brad y Angelina y Jenniffer, y también la otra Jenniffer, JLo.
     Es increíble la cantidad de amigos que tengo en Facebook y desde que empecé con Twitter la vida es in-cre-í-ble. Me encanta subir fotos (todas de mí, obvio, para estar eternizada en la red) y ya descubrí el gesto perfecto para poner locos a los hombres: pongo cara de chica boba y abro apenas la boca, sin sonreír, como que voy a decir algo, pero no digo nada (es que, la verdad, no tengo nada que decir).
     No sé… es re lindo tener tantos amigos. Hasta siento como que me entienden, yo qué sé, nada… como que tenemos una relación re copada que va a durar para siempre, porque, para mí, las cosas tan grandes como Facebook o Twitter están hechas para durar para siempre, ¿no?
      Me encanta mi caparazón; me siento segura y lejos de tantas cosas que no me interesan, no sé, que no importan. Así soy yo… soy rebelde y re loca. Y si no te gusta, te saco para siempre de mi vida, te borro ya mismo de mis contactos de Facebook. Chau, no existís más…