sábado, 28 de enero de 2012

Un escritor


     En La velocidad de la luz, Javier Cercas pone en boca de Rodney Falk, uno de los personajes principales de la novela, algunas reflexiones acerca de qué es aquel bicho raro al que, a falta de mejor nombre, llamamos escritor.
     El escritor, afirma Rodney, «…es un tipo que se plantea problemas complejísimos y que, en vez de resolverlos o tratar de resolverlos, como haría cualquier persona sensata, los vuelve más complejos todavía. Es decir: es un chiflado que mira la realidad, y a veces la ve».
     A esto su interlocutor objeta que todo el mundo ve la realidad, aunque no esté chiflado.
     «Ahí es donde te equivocas», prosigue Rodney. «Todo el mundo mira la realidad, pero poca gente la ve. El artista no es el que vuelve visible lo invisible: eso sí que es romanticismo, aunque no de la peor especie; el artista es el que vuelve visible lo que ya es visible y todo el mundo mira y nadie puede o nadie sabe o nadie quiere ver. Más bien nadie quiere ver».  
     Puede ser…
     O también puede ser que un escritor sea una especie de mamífero acuático destinado a vivir a tres mil metros sobre el nivel del mar, imaginando las profundidades del océano, inventándolo en páginas de arena, aunque allí no haya arena, ni páginas, ni nunca haya visto el océano; aunque en realidad sea un primitivo cóndor... solitario y ciego.  

sábado, 21 de enero de 2012

Vergüenza

     
      Las gotas de sangre ya no se notaban. Charli las había afantasmado con un quitamanchas que encontró entre los productos para lavar. Pero, ¿cómo lavo la vergüenza?, pensaba Charli con los ojos enrojecidos mientras fregaba la camiseta con un cepillo de dientes usado. Y meta fregar y fregar; meta rociar y fregar. Meta escupir sangre en el remolino que se fugaba por el desagüe. Nunca imaginó que la vergüenza podía doler más que unos puñetazos bien dados en la boca. ¿Por qué frente a todos los chicos, por qué frente a Luna?, se preguntaba el niño arrugando los labios. ¿Por qué siempre hay uno que lastima a los demás? ¿Por qué los más grandes se la agarran con los más chicos?...
     
Este recuerdo se perdió lentamente por uno de los requiebres invisibles del espejo mientras Charli enjuagaba, quince años más tarde, un lánguido hilo de sangre que le surcaba el cuello. Su mujer llegó a rozarlo con un tenedor antes de que él la dejara inconsciente. La
vergüenza ya no dolía.