viernes, 4 de diciembre de 2015

For always


     Lo primero que le vino a la mente fue una imagen fuera de foco: una carretera que se perdía a la distancia en la oscuridad, en una niebla que tenía la textura del silencio, de una sombra, de una puerta oculta bajo un pesado velo.
     Ximena escribió la frase sin un destino fijo en mente, simplemente para ver hasta dónde la llevaban las palabras, adónde conducía esa carretera.
     Al costado del camino, un auto inmóvil profundizaba la soledad. El silencio era casi perfecto; lo opacaba apenas el vaivén furtivo del viento y el vacío que antecede a la tempestad. La palabra forever se desprendía de la voz de ventosos fantasmas y estaba ahí, en medio de todo, gravitando en el aire.
     En un cuarto detenido en el tiempo, el tenue golpeteo de los dedos de Ximena en el teclado rompía el silencio con la monotonía orgánica de las cosas mientras están siendo creadas. Afuera moría el día con más lentitud de lo habitual, como si el tiempo contuviera por un instante la respiración. Ximena escribía y lloraba.
     De repente, a la distancia, un relámpago rasgó la oscuridad. El trueno llegó enseguida; ella sintió la vibración en los pies y en las manos que aún se aferraban al volante del auto. Sus ojos estaban perdidos en la masa oscura que se acercaba lentamente por el aire.
     En un momento, todo quedó envuelto por la lluvia.
     Las cortinas adoptaron la forma del viento mientras la tormenta amenazaba entrar en el cuarto, pero Ximena no se paró a cerrar la ventana; con la mirada perdida en las palabras que hacía y deshacía en la pantalla, perpetuaba un tecleo acelerado. Para ella ahora sólo existía aquella carretera que se perdía en la oscuridad, aquella soledad, el repiqueteo del aguacero sobre el cuerpo metálico de aquel auto que era un bote a la deriva, los restos de una naufragio en medio del diluvio.
     Ella sabía que nadie vendría a buscarla, que no podía quedarse ahí, que debía seguir adelante. Abrió la puerta y puso los pies sobre el asfalto mojado; comenzó a caminar envuelta en la tormenta. Empapada, temblando, llegó al lugar en que la carretera comenzaba a desvanecerse en la niebla. Miró atrás por última vez antes de adentrarse en la oscuridad, en un camino que, lo intuía, recorrería para siempre.



Inspirado por una fantasmagórica canción de Scott Zuniga, un viejo amigo. Te invito a escucharla acá.