Imagen: Rutger Blom |
Extraño
mucho a Lupita. Ya no sé cuánto tiempo he estado aquí sin verla, sin sentir el
hormigueo de su mirada sobre la mía. Es que no encuentro otra forma de
describir lo que una sentía al mirar esos ojos profundamente negros, como si de
ellos se desprendiera la mirada de miles de ojos negros, titilando como hormigas,
mirándolo todo, comprendiéndolo todo. Es que Lupita lo sabía todo. Me parece
haber escuchado decir a Carlos que hace años que Lupita se fue (¿o hablaba de
su hermana?), pero a mí se me hace que ayer jugábamos juntas con muñecas
idénticas, con vestidos idénticos. Siento que fue ayer mismo que confundía su
reflejo con el mío cuando nos mirábamos al espejo. Mi hermana Lupita…
El
otro día al cruzar un espejo me encontré con sus ojos. “¡Lupita!”, grité
suavemente, casi susurrando. Le dije a Carlos que la había visto en el espejo.
«Es usted, mamá», me dijo Carlos (¿o era mi otro hijo?). «Lupita es usted», me
dijo.
Yo
no sé si Lupita soy yo, si es mi hermana... no sé adónde se fue. Solo sé que la
extraño.
gracias Tago este cuento me trajo muchos recuerdos de mi abuelita, la verdad es que lo describiste muy bien y con gran sentimiento. Giovanna.
ResponderEliminarGiovanna, gracias por tu comentario; me alegro mucho que te haya gustado.
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