En
La velocidad de la luz, Javier Cercas
pone en boca de Rodney Falk, uno de los personajes principales de la novela,
algunas reflexiones acerca de qué es aquel bicho raro al que, a falta de mejor
nombre, llamamos escritor.
El
escritor, afirma Rodney, «…es un tipo que se plantea problemas complejísimos y
que, en vez de resolverlos o tratar de resolverlos, como haría cualquier
persona sensata, los vuelve más complejos todavía. Es decir: es un chiflado que
mira la realidad, y a veces la ve».
A
esto su interlocutor objeta que todo el mundo ve la realidad, aunque no esté
chiflado.
«Ahí
es donde te equivocas», prosigue Rodney. «Todo el mundo mira la realidad, pero
poca gente la ve. El artista no es el que vuelve visible lo invisible: eso sí
que es romanticismo, aunque no de la peor especie; el artista es el que vuelve
visible lo que ya es visible y todo el mundo mira y nadie puede o nadie sabe o
nadie quiere ver. Más bien nadie quiere ver».
Puede
ser…
O
también puede ser que un escritor sea una especie de mamífero acuático destinado
a vivir a tres mil metros sobre el nivel del mar, imaginando las profundidades
del océano, inventándolo en páginas de arena, aunque allí no haya arena, ni
páginas, ni nunca haya visto el océano; aunque en realidad sea un primitivo cóndor... solitario y ciego.
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