Recién pensé en un punto. Un punto cualquiera,
perfectamente redondo, perfectamente negro, impenetrable, mudo, minúsculo, sin
principio ni final… de alguna manera infinito. Pensé que un punto es todos los
puntos (o imaginé que Borges conjeturaría algo parecido). Pensé: ¿por qué estoy pensando en un punto? Me
dije: Debo estar loco o asquerosamente
aburrido. Concluí: Debe ser lo
primero. Sonreí; me puse serio. Seguí pensando en el punto y ahora escribo
sobre un punto cualquiera e intento concebir ese preciso y ambiguo círculo, su
verdadero significado, las oscuras implicaciones de escribir un punto, los
mundos que llegan a su fin dentro de esa insignificante esfera. Sospecho que
pronto habrá un Punto Final. Tal vez sea eso… tal vez por esa
razón pienso en un punto. No debo estar tan loco.
Bueno, ciertamente, para mí sería es una mezcla de las dos cosas! Aunque creo que siendo loco es difícil aburrirse. Me pregunto cuál será para vos ese Punto Final... Qué termina?
ResponderEliminarYo no veo un punto. Veo un agujero sobre una superficie blanca, por el que mirar lo que hay detrás.
EliminarCreo firmemente en la eternidad, la cual en sí misma implica que no existe ni el principio ni el final (cuando era chico el pensar en eso me reventaba la cabeza... y ahora también). Eso quiere decir que, en rigor, no hay tal cosa como un Punto Final, el fin de TODO, el último punto. El Punto Final que menciono es otro, un Punto Final apócrifo, imperfecto... un Punto Final que esconde en sí mismo el principio de otra cosa que acaso pudiéramos vislumbrar al mirar en su interior como sugiere Francesc Bon. Ese Punto Final puede ser muchas cosas, una de ellas —la más evidente— es la muerte.
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