Pelu tiene el famélico don de conversar con la nada, de irse, de
perderse por segundos o ratos incómodamente interminables quién sabe dónde, ni
con quién. Simplemente se va: al más allá, a la China, a la casa de la tía
Polola, al mismísimo centro de ningún lado… no sé, pero se va. Le pasa en
cualquier momento; más de una vez le pasó en plena conversación, en mitad de
alguna de sus frases poco célebres. El tipo de repente se calla y chau, se
desconecta, o se conecta con otro lado, qué sé yo. Se queda inmóvil, perdido
como un verdadero pescado con un anzuelo jalándole el labio inferior. En esos
momentos uno queda totalmente en orsai, mirando para todos lados como si
hubiera algo ahí que uno no logra ver, como si el que quedara descolgado fuera
uno y no Pelu. Y Pelu ahí, conversando con el vacío con su cara de idiota marca
Acme.
Tengo que reconocer que cuando éramos chicos me daba miedo verlo así.
Una vez (tendría yo unos ocho años), mamá no estaba en casa y nos agarró uno de
los frecuentes apagones de electricidad. Se estaba haciendo de noche y Pelu y
yo encendimos unas velas. Estábamos solos, y para pasar el rato nos pusimos a
jugar al truco (bueno, era cualquier juego, pero cada cinco segundos uno
cantaba “¡Truco!” y el otro respondía “¡Quiero reenvido!” o “¡Quiero vale
cuatro!” si tenía un cuatro en la mano). En fin, en una de las manos Pelu gritó
“¡Quiero vale…” y paró en seco, como si una deidad caprichosa lo hubiera puesto
en pausa. Lo miré a través de la luz opaca de las velas: estaba totalmente ido,
mirándome sin mirar, con el brazo alzado en pleno gesto de lanzar una carta
sobre la mesa.
—¡Pelu, no embromés… dale! —grité con voz de hombre como para hacerme
el macho—.
—…
—Dale, Pelu, dejate de jorobar…
Pero Pelu no movió un músculo… hasta que comenzó a hablar. Hablaba con
alguien, pero no conmigo. No tengo idea lo que dijo… salí corriendo de la
cocina, me pegué contra algún mueble en la oscuridad del comedor, abrí la puerta de un tirón y no paré de correr hasta llegar
a la calle, donde me quedé hasta que regresó mamá. Creo que esa noche me hice
pis en la cama.
Ahora, cuando Pelu se desconecta, todo lo que veo es a un pobre
infeliz que seguramente ganaría el primer premio mundial a los pobres infelices
con cara de opa.
El otro día Pelu tuvo una de sus “desconexiones”. Lo sorprendí mirando
hacia la pared del pasillo como si ahí no hubiera pared, ni mundo ni nada. El
tipo estaba paradito ahí, como contemplando una especie de Aleph supersónico e
invisible. Lo observé por varios minutos. Nada. Lo miraba mirar y tuve la
incómoda sensación de que alguien también me estaba mirando a mí, fija y
tercamente. Entonces Pelu comenzó a hablar y se me erizaron hasta los pelos de
la nariz.
“… así que estás leyendo sobre mí…”, dijo Pelu con voz arenosa, “…te
veo, ahora mismo, te veo a través de un cristal luminoso… no todo lo que leés
es cierto… no sabés nada de mí, solo tenés unos cuantos retazos mentirosos…
pero yo sí te observo… estás leyendo, estás por terminar de leer… Si realmente
miraras dentro del cristal, nuestros ojos se encontrarían…”
No salí corriendo ni me hice pis en la cama esa noche. Pero me
inquieta la idea de que Pelu pueda llegar a observarnos, a mí… a vos.
Qué mutante que es Pelu, hermano! Creo que jamás querría cruzarme con un psicópata de esos.
ResponderEliminarEspero no mearme esta noche.
Abrazo
Me encanta esa sensación de serie! Que haya relatos mejores y peores, que haya distintos colores en los relatos.
ResponderEliminarMuy bien Tago !!
Ya estaba extranando a Pelu, me divirte mucho y estoy esperando con que nos sorprende. Gracias Tago!,
ResponderEliminarGracias a los tres por pasar y leer las aventuras de Pelu. Ahora tengo testigos. Ahora hay alguien que comparte conmigo, aunque sea a distancia, lo que significa que Pelu sea parte de la vida, que Pelu exista.
ResponderEliminarSaludos!
Huau!
ResponderEliminarFrank, benvenuto al blog!
EliminarUn grande el Pelu! (lo digo por si acaso me esté mirando). Muy bueno el final.
ResponderEliminarPedro!! Gracias por darte una vuelta por el blog.
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