Descubrí Nadie es tan fuerte
el mes pasado en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Llevaba
horas flotando en una marea de tinta y papel, perdiéndome alegremente entre
pasillos que —estoy seguro— habían sido diseñados para que los visitantes
naufragáramos en un océano de libros. Imagino que a la distancia, para algún
espectro borgeano que sobrevolara a gran altura, no habremos sido más que una
multitud de hormigas surcando encrucijadas, o palabras desordenadas queriendo
regresar a los textos.
En cierto momento la corriente me llevó por un pasillo similar a todos
los demás, pero donde encontré un stand
que cautivó mi atención de inmediato. Era el espacio de una editorial nueva y
pequeña llamada Modesto Rimba.
Lejos de la pomposidad de algunas de las editoriales más grandes, el stand de Modesto Rimba era —haciendo
honor a su nombre— modesto, simple, minimalista. No había grandes estantes
saturados de ejemplares ni pilas de textos condenados bajo algún cartel de
oferta, sino una pequeña colección de títulos que, precisamente por su reducido
número, investía a los libros de cierta grandeza. El efecto era el de esas
vidrieras en las que se destaca un solo artículo, imponente bajo el resplandor
de las luces.
En cuanto me detuve en el stand,
me cautivó el distintivo diseño de las portadas de la colección. De entre las
miles que habían cruzado mis ojos ese día, éstas se destacaban por su
originalidad y frescura. Supe que había encontrado algo diferente, especial.
Hojeé varios de los libros expuestos, y sinceramente hubiera querido
llevármelos a todos, pero terminé eligiendo uno del escritor rosarino Pablo
Colacrai. O acaso el libro me eligió a mí.
Me sentí atraído por el título: Nadie
es tan fuerte. Ahora que he leído y releído el libro, siento que esas
cuatro palabras captan la esencia de esta cautivadora colección de cuentos.
Decir que nadie es tan fuerte es implicar, a su vez, que todos somos débiles,
vulnerables. Esa dicotomía fuerza/debilidad es uno de los hilos invisibles que
entretejen la trama de los relatos del libro. Por medio de historias pequeñas,
cotidianas e íntimas, Colacrai explora tanto la fortaleza como la fragilidad
humana, la vulnerabilidad emocional de la que nadie, ni el más fuerte, está
exento.
La nostalgia, la decepción, la ausencia, el recuerdo, el amor y el
desamor son algunos de los monstruos etéreos que enfrentan los personajes del
libro. Con la elocuencia de un lenguaje directo y honesto, libre de
ampulosidad, Colacrai esboza el complejo trasfondo que subyace en toda
situación, incluso en el más simple y pequeño de los momentos. Las
circunstancias cotidianas que se describen en Nadie es tan fuerte intuyen que toda vivencia es mucho más de lo
que parece; que el pasado y el futuro conviven y traspasan cada uno de los
momentos que pueblan la vida; que a menudo lo más importante de un instante es
lo que se esconde en la tensión del diálogo, en los gestos, en las miradas, en
los silencios, en algún recoveco de la memoria.
Con un enorme talento para desmenuzar instantes y crear atmósferas en
las que se vislumbran anhelos y sentimientos profundos, Pablo Colacrai nos
recuerda que estar vivo es ser vulnerable. Nadie sale ileso de las batallas
cotidianas de la vida. Nadie es tan fuerte.
Pablo Colacrai
Nadie es tan
fuerte
Buenos Aires: Modesto Rimba, 2017
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