Y entonces comenzó a llover pétalos de flores hacia el negro abismo
del cielo. Los frágiles copos púrpuras ascendían hasta perderse en el infinito
o fusionarse con el trémulo fulgor de las estrellas.
—Aquel será tu nuevo hogar —me dijo señalando una de ellas.
—Mi nuevo hogar… —repetí sin palabras.
—¿Tienes miedo?
—Un poco —admití mientras advertía que algunos pétalos flotaban sin decidirse a ascender—. No voy a recordar nada de todo
esto, ¿verdad?
—No. Y a la vez sí. Lo recordarás fuera de la memoria. Lo sentirás cuando te toque la lluvia que allí será tan diferente. Sabrás que muy lejos y muy cerca, del otro lado de la lluvia, en el origen, estaré yo. Seré el recuerdo de la lluvia que no recordarás.
Foto: Denis Ruvic
Hermosa prosa. Preexistente.
ResponderEliminarExactamente, Gabriel, lo agarraste al toque. Claro que cada uno lee algo diferente, y las interpretaciones pueden ir mucho más allá de lo que dicen las palabras. Pero al escribir esto pensé en un mundo anterior, preexistente, en el recuerdo de esa esfera que los mecanismos de mi memoria no logran recrear, pero que de una forma inexplicable creo recordar.
Eliminarme encanto, muy inspirador.
ResponderEliminarMe gusta mucho, mucho.
ResponderEliminarGiovanna, Germán: Gracias, gracias.
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