Venía como suspendido en el aire, deslizándose como un espectro febril
y silencioso. Lo vi girar, correr, acercarse con ella, acercarse más y más,
surcando el terreno con ella, siempre con ella. Deseé verlo caer, deseé no
estar solo, deseé ser un felino. Después fue solo ella. Venía en alto, furiosa,
precisa, envuelta en magia y veneno. Creí que llegaría a tocarla, a torcer el
destino de esa esfera gloriosa y maldita. Me di cuenta de que ella le pertenece
a él, de que ni yo, ni un felino, ni cien fantasmas podríamos alcanzarla.
Después fue el rugido del estadio, yo de rodillas en el suelo, ella girando
enloquecida a mis espaldas… él con los brazos abiertos... él señalando al cielo.
A ver si se hace justicia de una vez con este hombre en Argentina. Porque aquí en Barcelona ya tiene el mundo a sus pies, hace años.
ResponderEliminarEso es lo que cada argentino se pregunta: ¿Cuándo va a hacer ESO con la camiseta albiceleste? Aunque, la verdad, hace tiempo que la Pulga también está haciendo de las suyas con la selección argentina. Pase lo que pase, para los que nos apasiona el fútbol, es un placer ver jugar a Messi, sea donde sea.
EliminarHemos descubierto lo que hace rato veníamos sospechando: Tago es argentino. ;-)
ResponderEliminar¿Tanto se me nota, che? Lo bueno de este gol (y los otros dos de Messi durante el partido no estuvieron nada mal) es que es de esos goles que vale la pena mirar y volver a mirar (a menos, claro, que uno sea brasileño).
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